martes, 12 de septiembre de 2023

La fealdad de la ciudad

La naturaleza que adorna el paisaje de la ciudad, es la más espléndida belleza que existe. Hasta el punto que las ciudades y las casas se oscurecen bajo su manto. Por ello, me cuestiono: ¿Hasta que punto la fealdad de las cosas a destruido la belleza del ambiente? 
Carros, edificios, montañas rusas, busetas, aviones, etc. Estamos inundados de una artificialidad hasta el punto que vivimos bajo el estrés de la irrealidad. Que bonito es estar bajo un árbol, y sentir la brisa en tu cara; que bonito es disfrutar de la tranquilidad que brinda la naturaleza. 

Mis oídos retumban, hay demonios que rugen, y su estruendo causa gran terror en mis oídos. ¡Progreso o atraso! No sé que será. Las ciudades  cada vez se vuelven más agobiantes, sofocantes, y enfermizas. El afán y la estética capitalista pintan sus cauces, ya no hay salvación, ya no hay lugar a donde ir. Me duelen los oídos y el ruido me retumba hasta sacar sangre. No obstante, me gusta sentir el calor que producen los sonidos, es adictivo, es inevitable. ¿Que sería de mi arrojado al mundo de manera tan absolutamente sola? La religiosidad ya no funciona, más sin embargo, embriagarme en las distracciones de la ciudad si. Me quema, pero me ocupa. Ya no tengo nada que pensar, ya no soy nada ni nadie. 

¡Ay! Pummmmm
Pakatum. Piiii, sonidos infernales, no me dejan dormir, ahora ando despierto, ya ni mis oídos pueden dormir. Piiiii, que dolor, vaciedad, que extrañeza, que sonido más raro, no puede ser obra si no del díablo. ¿Y mi paz y mi tranquilidad?, uff, ¡piii! Gritos. 

Que de un final, que nunca va a terminar. Hay cosas inevitables, necesarias, pero que traen sufrimiento, desesperación. Que innatural se ha vuelto la vida, vivimos imaginariamente sueños, y en casas y edificios imaginarios. El ser humano ha creado su propio infierno.

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